Alquileres y casas de vacaciones Long Island

Sus 200 kilómetros de largo dan lugar a barrios muy distintos y, por tanto, Long Island ofrece diferentes opciones de alojamiento que, según la zona, serán más caros o más baratos. Los alojamientos más al oeste, que colindan con Brooklyn y Queens, ofrecen precios mucho más bajos y son perfectos para alternar las horas de playa con las visitas frecuentes a la ciudad de Nueva York. Hay que tener en cuenta que Brooklyn y Queens están geográficamente en la isla de Long Island, pero se consideran diferentes condados. Al este de la lista se encuentra la zona exclusiva de los Hamptons, a la que acuden ricos, famosos y grandes empresarios, con lo que es ideal para pasar unas vacaciones sumidos en el lujo. Por supuesto, los precios de las espectaculares casas de los Hamptons suelen ser muy altos, pero se pueden encontrar alguna que otra ganga. Muchas de las casas de Long Island no solo tienen vistas al mar y se encuentran a tiro de piedra de la playa, sino que también ofrecen terraza y piscina.

Long Island es famosa por sus playas de arena fina, que ofrecen una tranquilidad que contrasta con la agitada vida urbana de su vecina plagada de rascacielos, Manhattan. Se trata de un entorno excelente para relajarse, gracias al mar omnipresente, a los diferentes paseos marítimos, a sus espectaculares atardeceres y a las tantas zonas de juegos y de picnic. Es sus playas se puede practicar surf, pesca, piragüismo, buceo y muchas otras actividades de agua. También hay diferentes espacios verdes, perfectos para los amantes del senderismo: el bonito parque estatal de Jones Beach, al oeste de la isla, está a menos de una hora de Manhattan. Se puede subir al faro de Montauk Point, al este de la isla, desde donde hay una vista panorámica estupenda y que además cuenta con un museo. Long Island no tiene precisamente carencias culturales. El Parrish Art Museum expone más de 2500 obras de artistas que han retratado Long Island desde el siglo XIX. También hay museos de historia marítima, de la aviación o natural.

En Long Island se pueden disfrutar comidas de todo el mundo a precios para todos los bolsillos. No hay nada como empezar el día con un buen desayuno típico con tortitas o French toast (las torrijas yanquis), frutas variadas, huevos revueltos y, para los más carnívoros, bacon o salchichas. Los desayunos suelen venir en menú, con café y por unos 10 dólares de media, según dónde se tome: las cadenas como Denny’s son más baratas que los restaurantes especializados en brunch. Se pueden disfrutar también comidas baratas muy típicas de Nueva York, como la deliciosa pizza de masa fina o los bagels, de tradición judía, que consisten en un pan con un agujero en el centro y relleno de diferentes ingredientes. El bagel más típico es el de pan de cebolla, con queso untable, salmón ahumado, tomate en rodajas, cebolla y alcaparras. Hay varias bodegas de renombre en Long Island (algunas de ellas, negocios familiares), con lo que los amantes del vino podrán hacer una buena cata. Quienes prefieran la cerveza encontrarán aquí destilerías con productos artesanales.

Quienes aterricen en el aeropuerto internacional de John F. Kennedy o en el de la Guardia estarán de suerte, ya que se encuentra en la misma Long Island, aunque técnicamente no pertenecen al condado de Long Island. Resulta facilísimo moverse por Long Island, ya que el sistema de transportes de Nueva York es toda una maravilla y verdaderamente excepcional en un país con una cultura del uso del coche tan arraigada como en Estados Unidos. Con un sistema en funcionamiento desde el siglo XIX y una de las redes más amplias del mundo, el metro de Nueva York se extiende por sus islas y territorios continentales. Así, los visitantes podrán ir de un lado para otro en Long Island y hacer excursiones cuando les apetezca a lugares como Manhattan, Brooklyn o Queens. Eso sí, la tarjeta de transporte del metro de Long Island y la de la ciudad de Nueva York son independientes, algo que hay que tener en cuenta al comprar los billetes diarios, semanales o mensuales. Los emblemáticos taxis amarillos de Nueva York son muy monos, pero carísimos.